21 Abr Desde el dinero y hacia el fin del mismo
¿Cómo llegará este cambio del que hablamos en esta web?, ¿qué factores lo precipitarán?, ¿cómo cambiará nuestra concepción del mundo?:
– Creemos que la primera brecha se abrirá cuando en esta sociedad del conformismo se asuma que el cambio es inevitable, y si no queremos que decidan por nosotros la solución, tendremos que ser nosotros quienes la alcancemos.
– Nuestros hábitos también tendrán que cambiar profundamente. Porque, ¿cuánto tiempo de nuestras vidas dedicamos a reflexionar, a pensar, a buscar nuestras soluciones más allá de lo que nos digan, de lo que escuchemos? Ahora permanecemos embrutecidos. Por los medios de comunicación y el circo que nos tienen montado, por la universidad y el mercado de trabajo, que nos hacen meramente “empleables” en vez de hacernos seres de reflexión, buscadores de nuestra felicidad y por tanto de la de quienes nos rodean. Permanecemos embrutecidos por la televisión, por la tecnología, por el ocio contemplativo y no reflexivo. Nos emboban en nuestros ratos libres, aquellos que deberíamos usar para pensar. Nos cansan tanto durante el día que llegamos exhaustos a casa, y cuando por fin podemos dedicarnos a nosotros elegimos el sofá. Nuestros hábitos tendrán que cambiar, y por la fuerza de la necesidad lo harán.
– Partiendo desde el dinero y hacia el final del mismo, el cambio será paulatino pero sostenido. No dejaremos de utilizar el dinero de la noche a la mañana, pero si iremos poco a poco deshaciéndonos de las cadenas del trabajo tradicional, de la deuda de bancos y estado, del consumo alentado por las grandes empresas. A medida que nos deshagamos de estas ataduras iremos construyendo otros vínculos, pero esta vez vínculos afectivos entre familiares, amigos o desconocidos, personas todas ellas que quieren ser libres y quieren trabajar conjuntamente para conseguirlo, en un proceso que establece a su vez fuertes lazos.
– Desde el dinero encaminaremos nuestros gastos hacia el fin del mismo, consiguiendo con nuestras cada vez menos frecuentes compras a una mayor independencia, comprando, por poner un ejemplo, una placa solar o un invernadero.
– A medida que la conciencia sobre el cambio se extienda, quienes produzcan en las fábricas comenzarán a hacerlo para ellos mismos y para quienes les rodean. Tratarán de hacerse con los medios de creación que siempre les han pertenecido, porque les dieron su valor, invirtieron su tiempo y su esfuerzo, y porque sin el tiempo y esfuerzo de los trabajadores que estuvieron antes con ellos, las grandes corporaciones no tendrían lo que ahora se empeñan en monopolizar y utilizar para su propio beneficio. Así se comenzará a producir (materiales, tecnología, conocimiento) desde la gente y para la gente, a través de medios de creación que mantienen y gestionan las comunidades adyacentes, buscando su bienestar. No lo pondrán fácil quienes dicen ser los dueños de todo, y en el caso en que no nos podamos hacer con los medios de creación que ya existen, porque gobiernos y multinacionales lo impidan, nos llevaremos con nosotros nuestras manos y nuestras mentes, dejando sus fábricas, laboratorios y oficinas desiertas, para crear otros medios de creación que sean reflejo de nuestras verdaderas necesidades e inquietudes. No les necesitamos. Ellos a nosotros sí.
– La desobediencia fiscal irá, también, poco a poco creciendo, lo que llevará inevitablemente a la desaparición del Estado. Al mismo tiempo nuestro consumo irá decayendo (no nos costará mucho, cada vez nos obligarán a vivir con menos dinero), iremos anulando nuestras deudas y nuestro nuevo trabajo (un trabajo más nuestro que nunca, que no atiende a la rentabilidad del mercado, y en el que nos organizamos como necesitamos, pasando del proletariado al “nosotroriado”, sin el patrón el dinero), que nos dará nuestra dignidad y nos enriquecerá, irá haciendo desaparecer el viejo trabajo, mercantilizado.
– En el trato de lo compartido no habrá ni altruismo, ni caridad, ni bondad, sino comprensión de que el beneficio común es el individual, de que el bienestar individual estará íntimamente ligado al colectivo y cada individuo, velando por su propio bienestar, hace lo posible por trabajar por el común.
– Tendremos que recuperar el conocimiento de todo nuestro entorno, no sólo el natural, sino también el tecnológico, en un paso más hacia nuestra libertad. Hacer la tecnología nuestra no significa limitarse a usarla, sino conocer cómo funciona, repararla, mejorarla. Significa convertirla en herramientas para necesidades concretas. Significa deshacerse de lo que está pensado para volverse obsoleto. Ahora estamos rodeados de tecnología inteligente que sin embargo sólo nos atonta, nos entretiene, nos consume tiempo, y nos crea necesidades que antes no teníamos. Pero lo más grave es que además dependemos de ella, haciendo nuestras vidas más sencillas, pero al mismo tiempo extremadamente dependientes de las empresas que las fabrican y controlan.
Este proceso de emancipación de la sociedad del dinero, puede recogerse en las siguientes etapas:
- Inicialmente, hasta que la comunidad sea capaz de satisfacer la dignidad fundamental de sus integrantes (comida, vivienda y ropa), estos cohabitarán ambos mundos, participando en la comunidad el tiempo que sus trabajos asalariados les permitan, y contribuyendo económicamente a la misma cuando lo consideren necesario. Como ya se ha apuntado anteriormente, este consumo irá siempre enfocado a alcanzar una menor dependencia del uso del dinero.Yendo a lo concreto, el médico seguirá trabajando para el sistema nacional de salud de su país, pero simultáneamente se preocupará de construir, junto a otros profesionales de su ámbito, otros medios de creación de salud propios, donde la lógica del dinero no imponga sus limitaciones. Asimismo, cada individuo seguirá comprando en el supermercado, pero cada vez significativamente menos que la vez anterior, ya que su dignidad fundamental (comida, ropa, vivienda) dependerá cada día en mayor medida de sus manos y las de sus vecinos.
- Posteriormente, cuando la comunidad se vuelva tan fértil que produzca excedentes, los integrantes podrán desarrollar su vida por entero en ella, al mismo tiempo que podrán rentabilizar las actividades, productos y espacios de la comunidad, buscando satisfacer aquéllas necesidades que ésta aún no puede resolver sin el uso del dinero. Como siempre, ya que estamos buscando la independencia de la comunidad del dinero, este gasto estará encaminado a disminuir la dependencia del mismo. El cooperativismo será sin duda una alternativa interesante durante esta etapa de transición, tanto como forma de organización laboral, como opción de consumo.
- En la tercera etapa que buscará alcanzar la comunidad, sus integrantes, que como ya hemos apuntado se pueden sustentar por entero en ella, ya no se verán empujados a tener que monetizar sus actividades o productos, y si lo hacen es sólo eventualmente o empujados a ello por su condición de contribuyentes. Gran parte de sus necesidades materiales e intelectuales pueden ser cubiertas por la comunidad, la cual se ha esforzado en construir (o en los casos en que esto no sea posible, adquirir) bienes, infraestructuras, relaciones humanas… ganando cada vez mayor independencia con respecto al exterior (no confundamos independencia con aislamiento!).
- Durante la última etapa, las comunidades recogerán las semillas plantadas fuera y dentro de ella. ¿Qué es lo que quiere decir esto exactamente? A lo largo de todo su crecimiento, estas se esforzarán en ser un vivero de ideas, proyectos, experiencias y recursos, acogiendo y promoviendo muy diversas iniciativas con un factor común: la búsqueda de la libertad del ser humano, de su plenitud, dignidad y soberanía vital. De esta manera las comunidades acogerán talleres, ponencias, cursos, experimentos y estudios cuyos principios sean los mismos que los que sus integrantes persiguen y defienden.
No obstante, esta actitud de difusión y enriquecimiento, no se realiza sólo de puertas hacia dentro. Las comunidades tendrán la responsabilidad de animar y ayudar a otras personas a construir sus propias experiencias emancipadoras, fomentando la creación de una red de comunidades a su alrededor a la que aportar y que le aporten, en un enriquecimiento y fortalecimiento mutuo.
Gracias a esta red, cada comunidad podrá construir en colaboración con sus comunidades vecinas, medios de creación de una envergadura que aisladamente resultarían imposibles de desarrollar, como hospitales, grandes fábricas, institutos de investigación, grandes centros de enseñanza… De esta manera el individuo puede desarrollar toda su vida en su comunidad, en las comunidades adyacentes y en los medios de creación de salud, de tecnología, de conocimiento… creados y mantenidos en los nodos de la red de comunidades. El papel del Estado, puesto en entredicho desde el primer paso de esta largo y arduo, pero también enriquecedor, trayecto, deja de tener sentido para los integrantes de las comunidades llegados a este punto. Romper totalmente los lazos con este será una decisión que esté en sus manos.
El cambio: una respuesta inevitable ante la precariedad del dinero
Existe un factor primordial para que un cambio se dé, y este es el de la necesidad. La fuerza de este cambio que se propone, reside en una necesidad que se empeñan en crearnos: la de aprender a vivir cada vez con menos dinero. Esto, aunque parezca paradójico, nos hará más fácil abandonar la dictadura del dinero.
La sociedad capitalista en la que vivimos lleva a un futuro de precariedad absoluta, en el que cada vez un mayor porcentaje de la población se ve y verá obligada a vivir con menos, hasta verse empujada a la indigencia. Aunque parece que esto entra en contradicción con el hecho objetivo de que cada vez hay más riqueza, la explicación es que esta se concentra cada vez en menos manos, de manera que, a pesar de que nunca hubo tanto dinero, la brecha entre ricos y pobres nunca fue tan grande. Como ya se ha dicho en estas páginas, el camino de la precariedad no tiene fin, y no es exagerado pensar que serán capaces de pagarnos con comida, e incluso, porqué no, con el mantenimiento de nuestra status de ciudadanos (es decir, si queremos seguir siendo considerados como tales y queremos seguir conservando nuestra nacionalidad, estaremos obligados a trabajar).
No obstante no es necesario que nos asustemos con lo que podría llegar, el escenario presente ya es bastante desolador de por sí. Hoy, millones de personas en todo el mundo, en cualquier país, de cualquier raza, sexo, edad, viven marginados por la sociedad del dinero. Sin vivienda, sin comida, sin educación, sin cobertura médica, sin justicia, sin dignidad, sin, sin, sin, pero sobre todo, sin dinero. El estigma, la lacra, la enfermedad, es siempre el mismo, la falta de dinero, el decide si la vida de millones de seres humanos vale la pena o no es rentable. Hablo de indigentes, de sin techo, de mendigos, de pobres, de malnutridos, de analfabetos… y de muchos más, de todos aquellos a quienes la pobreza les sopla en la nuca, tan capaces como cualquiera, pero a los que les ha tocado apañarse con las migajas del pastel. Hablo de ellos, pero también de los parados de “demasiada” edad, parados sin prestación, parados de larga duración, jubilados con más dientes que pensión, jóvenes cuya única oficina es la del INEM, no tan jóvenes que siguen dependiendo de sus padres, asalariados que cada mes deciden entre el hambre de sus hijos o el hambre de su banco, asalariados con la enfermedad como compañera de trabajo, la cura no es para su bolsillo, estudiantes que tienen que dejar de serlo, la carrera es para el que pueda pagársela…
Todos estas personas y, antes o después, la gran parte de la población, se ven y verán empujadas a tener que aprender a vivir sin dinero o con muy poco. Es en estas circunstancias en que esta posibilidad de una nueva sociedad del afecto y el conocimiento de la que hablo, construida sobre los más perjudicados, marginados y vulnerados de la antigua, se abre paso con fuerza, con la fuerza de la necesidad, recogiendo toda la indignación, deseos y capacidades de las mentes y manos desechadas por la sociedad del dinero.
Quienes decidamos arriesgar, dar los primeros pasos, retar a lo establecido, proponer lo alternativo, tenemos una gran responsabilidad, la responsabilidad de servir de ejemplo. La necesidad será el motor, pero el ejemplo será el volante, será el guía, el horizonte, la prueba de que es posible, de que, al menos, vale la pena intentarlo. Por ello aquellos que lo intentemos en primer lugar debemos hacer un gran esfuerzo por asegurarnos que cada uno de nuestro errores y victorias son conocidos por el mayor número de personas posible. No queremos engañar a nadie, no queremos ocultar nuestras debilidades ni nuestros tropiezos, será un camino tortuoso, pero ante todo “otro” camino, mucho más nuestro que cualquiera que hayamos recorrido antes.
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