21 Abr Las pequeñas naciones
El nombre de «pequeñas naciones» es sólo un nombre para referirse a las comunidades en torno a las cuales podemos articular nuestra nueva sociedad.
– Comunidades de unos pocos integrantes (¿no más de 100?) que aseguren:
- Que todos sus integrantes se conocen y establecen y fortalecen fuertes lazos afectivos.
- La organización de asambleas en las que se toman las decisiones que afectan a la pequeña nación y donde puedan participar todos los integrantes de la comunidad sin que por ello se pierda su funcionalidad y viabilidad (no se convierten en reuniones eternas en las que el consenso es casi imposible), y se haga necesaria la elección de representantes.
- Que todos forman parte de la pequeña política, la micro política, la de las decisiones diarias, la de la convivencia, la que aborda los problemas comunes, la que conoce las necesidades concretas porque las sufre, toma parte en su solución y experimenta sus efectos en persona.
– Comunidades autosuficientes en lo más básico, vivienda, alimento y ropa, pero profundamente interconectadas e interdependientes en el resto de ámbitos con las comunidades que les rodean:
- Conectadas con el resto del mundo a través de internet. Un internet que han hecho suyo, que crean y mantienen, porque como el resto de tecnologías, lo conocen. Un internet que no sólo sirve para compartir conocimiento, sino que también es una plataforma para discutir proyectos y resolver conflictos entre los integrantes de distintas comunidades. Se suma a esta interconectividad virtual una interconectividad real, donde cada comunidad busca la consolidación de una extensa comunidad de comunidades a su alrededor, que les enriquezca y a la que enriquecer, compartiendo conocimiento, tecnología, recursos…
- Comunidades fuertemente interdependientes para compartir experiencias, materiales, tecnología, conocimientos, para crear proyectos que por separado no podrían: fábricas, hospitales, polideportivos, bibliotecas…… La magnitud de un proyecto es proporcional al número de manos que contribuyen a su creación y mantenimiento y por tanto proporcional al número de personas que se benefician.
- Interdependientes también en la producción y distribución de la energía. Aunque las comunidades tienden a ser autosuficientes energéticamente, la energía sobrante de cada una de ellas circula libremente hacia donde se necesita, o en su caso se almacena, funcionando como nódulos de una gran red.
- El ejercicio asambleario es reproducible a todos los niveles. Para problemas que afectan a varias comunidades (como la gestión de un río, por ejemplo, o algún medio de creación común), se celebra una asamblea donde cada una de las comunidades implicadas aportan sus opiniones a través de portavoces, que no representantes.
– Comunidades cuyos integrantes son el origen de las normas de convivencia y buscan la justicia en cada conflicto que surge en ella.
– Comunidades que conocen su entorno natural y saben sacar el máximo provecho de este sin dañarlo, combinando el uso de la tecnología y los avances científicos con el de la sabiduría popular. De esta manera su vida diaria, su industria y su ciencia son un reflejo de los recursos naturales que les rodean, son una consecuencia de su entorno.
– Comunidades que conocen el pasado de su tierra, sus tradiciones, sus costumbres, su artesanía. Un bagaje cultural que respetan y valoran, pero deciden libremente hasta que punto adoptar.
– Comunidades que saben reducir, reciclar y reutilizar. Que saben dar una vida longeva, casi perenne a sus objetos, otorgar otra oportunidad a lo que se dio por inservible y acabó en los vertederos, transformando y recuperando los materiales de los que se componen los desechos de la sociedad pretérita (la actual para nosotros). De esta manera ahorran recursos, energía y esfuerzo que perderían creando objetos desde cero.
– Comunidades que saben innovar porque conocen la tecnología que manejan, porque están en continuo contacto con el exterior, aprendiendo y aplicando nuevas técnicas, avances, innovaciones. Sin embargo este progreso no pone nunca en peligro el bienestar general, porque los individuos saben que dependen efectivamente de la salud de su entorno.
– Comunidades que saben que el dinero no es necesario para que los intercambios culturales, materiales, tecnológicos… se produzcan. Estos, en la nueva sociedad sin dinero, se dan libremente, como respuesta natural del individuo a las necesidades, inquietudes y búsqueda de felicidad, de él mismo y de quienes les rodean. ¿Cómo? Cuando nuestra dignidad surge de nuestras manos, es decir, cuando nuestras necesidades básicas están cubiertas por nosotros mismos, no necesitamos buscar el dinero en aquello que hacemos y somos totalmente libres para articular nuestras actividades como queramos, sin atender a la rentabilidad económica.
– Comunidades creadas en torno al afecto. Cuando nos rodeamos de las personas que nos importan, aquellos cuya felicidad es nuestra felicidad, las actividades por el bienestar de nuestra comunidad son actividades por nuestro propio bienestar, y por tanto tampoco necesitan la motivación del dinero.
Lo anterior no es una lista de buenos deseos, sino una enumeración de las características de una sociedad adulta, en la que el bienestar del individuo no depende ni del estado ni de la multinacional ni del banco, sino de los integrantes de su comunidad y las comunidades adyacentes. Esto elimina consideraciones como el comportamiento egoísta, y hace innecesaria la actitud altruista. Porque lo primero que uno puede pensar cuando lee estas páginas, es que una sociedad que no está regulada por unas leyes, no está protegida por unas fuerzas de seguridad y en definitiva, no está sujeta a ningún mecanismo que cree un marco de convivencia, tenderá inevitablemente al caos, un caos violento, donde cada uno mirará solamente por su propio bienestar.
Lo primero que hay que decir a esto es que, a pesar de todos los riesgos e inconvenientes que se nos puedan ocurrir, ganaríamos indudablemente libertad, ya que el sujeto realmente libre es el que crea, junto a otros, su libertad, y esto sólo puede darse en pequeñas comunidades. En grupos más grandes, como los actuales países, regiones, estados, comunidades o municipios, se hace necesaria la existencia de una administración, o corporaciones disfrazadas de administración, que regulen las libertades cedidas forzosamente por sus individuos. En segundo lugar hay que introducir un concepto que se ha dejado vislumbrar a lo largo del libro y que a mi parecer hace plausible esta sociedad que se propone. Este es el de la responsabilidad surgida de la interdependencia, o lo que es lo mismo: las personas asumimos nuestra responsabilidad hacia aquello que depende de nosotros o de lo que dependemos y hacia aquellos que dependen de nosotros o de los que dependemos.
Cuando dependes del entorno natural y dependes de quienes te rodean se produce el beneficio o daño reflejo, es decir, aquello que haces, aquello que das y que quitas, se refleja en tu entorno y vuelve a ti, dándote el mismo beneficio o daño que realizaste. Así es cómo actúa la interdependencia a corta distancia, y su consecuencia es la de individuos mucho más conscientes con su entorno y responsables con sus actos. Sin embargo, actualmente el dinero permite y fomenta la interdependencia a larga distancia y por tanto el reflejo de nuestras acciones, el daño o el beneficio que hacemos, no nos llega de vuelta. Esto nos permite limpiar sin dificultad nuestra conciencia o caer en el error de que nuestra actitud no genera ningún cambio en el entorno, ya que pocas veces lo vemos (obviando el hecho de que tenemos escasas oportunidades de incidir directamente en nuestro entorno inmediato, con nuestros actos y comprobando sus efectos de primera mano).
El dinero nos permite eludir la responsabilidad de las consecuencias de nuestros actos, nos invita a vivir sin conciencia de sociedad, de grupo. La interdependencia a larga distancia que favorece el dinero, hace posible que la gente viva rodeada de pobreza y sin embargo la acepte como algo natural, como algo que ocurre a expensas de sus acciones, cuando en realidad cada uno de sus gestos cotidianos sirven para sustentar el statu quo, para perpetuar una sociedad en la que nos han convencido que la pobreza se fundamenta en una suerte de Teoría de la Evolución, donde es inevitable que haya vencedores y vencidos. Y eso es cierto, aunque en parte, claro. Claro que existen vencedores y vencidos, pero no por una ley natural, sino porque la riqueza insultante de unos pocos necesita, por la lógica de las matemáticas, de la escasez y de la pobreza de otros para perpetuarse y seguir creciendo. Esta acumulación ofensiva y dañina de dinero del 10% sólo es posible con la mano de obra barata y a veces gratuita que suponemos el resto; con nuestro consumismo frenético de productos programados para ser obsoletos, que cubren necesidades irreales y creadas por el marketing; con nuestras deudas para alcanzar una vida fuera de nuestras posibilidades, que crean la riqueza de los bancos y que nunca tuvieron. Por eso nos han repetido hasta la saciedad que este es el menos malo de los mundos posibles, para que sigamos consumiendo, trabajando y endeudando para ellos.
En la nueva sociedad, el bienestar de cada individuo depende de sus manos, del bienestar de quienes le rodean y de la salud de su entorno natural. Y esta es su gran virtud.
Es importante recalcar que la interdependencia a corta distancia sólo se puede dar cuando los individuos conviven en un mismo espacio de manera estrechamente interdependiente, lo que conlleva que cada individuo, en busca de su propio bienestar, trabaja por el bienestar del resto de individuos que la integran, porque sabe que depende de ellos. No hay necesidad de apelar a la solidaridad o el altruismo, en un ambiente en que cada individuo depende del resto para su propio bienestar.
En la sociedad del afecto y el conocimiento, donde toda la vida del individuo recae enteramente sobre su responsabilidad, no es posible vivir de forma aislada y al mismo tiempo tener una vida plena. Para numerosas facetas de su vida el individuo necesita colaborar con el resto de la comunidad y por ello, buscando su propio bienestar, se ve obligado a preocuparse por el bienestar de los integrantes con los que convive: desde la reparación de viviendas, hasta el cuidado del huerto comunitario, pasando por la elaboración de ponencias para formar al resto de la comunidad, es responsabilidad del individuo, para crear una comunidad rica en la que vivir, construirla de muy diversas maneras. Es importante notar cómo, este aspecto, hace que el énfasis en la convivencia se ponga en la capacidad de los individuos para las relaciones sociales: desde la toma de decisiones de manera consensuada, hasta pensar y trabajar colectivamente. Así es como siempre debería haber sido.
Aunque el uso de la palabra «interdependencia» se justifica por sí solo, el término «a pequeña distancia» necesita para su comprensión que nos refiramos a la naturaleza de las relaciones humanas en la sociedad que ahora vivimos. Actualmente, y por desgracia, la mayor parte de las relaciones con las personas que nos rodean son anónimas, lejanas y deshumanizadas. No conocemos las circunstancias de quienes cosen la ropa que compramos, ni la de los operarios que recogen nuestra basura. Tampoco sabemos nada de quienes cultivan nuestros alimentos ni de quienes fabrican nuestros medicamentos. Y lo que es más grave aún, vivimos junto a decenas en los pueblos, cientos de vecinos en las ciudades, y conocemos poco o nada de su vida.
De manera directa o indirecta, dependemos de todos ellos, claro, y ellos dependen de nosotros a través de las actividades que llevamos a cabo, y por ello podemos decir que existe interdependencia. Sin embargo, esta no está construida sobre un mismo espacio de convivencia, sino sobre encuentros puntuales, en los que el desconocimiento sobre la vida del otro es total o muy grande. A esto se suma que nuestra aportación económica al conjunto del estado está deshumanizada, ya que no se realiza de persona a persona, nos es imposible saber a quienes beneficia nuestro esfuerzo.
Por todo ello podemos decir que, aunque vivamos en una sociedad interdependiente esta interdependencia es a larga distancia, ya que existe una lejanía, entendida como desconocimiento entre sus integrantes. En contraste, vivir en interdependencia a corta distancia, es decir, en un espacio donde conocemos la vida de quienes dependemos y de quienes dependen de nosotros, nos hace actuar de forma mucho más responsable y empática, conociendo las consecuencias de nuestros actos sobre las personas que nos rodean, y tratando de que estos sean lo más humanos posibles, generando así el mayor bienestar posible a nuestro alrededor. La interdependencia a corta distancia también existe en esta sociedad del afecto y el conocimiento que estamos describiendo, reflejada en su relación con el entorno natural en el que se emplaza. De esta manera, cada individuo se preocupa de vivir y producir de manera sostenible, tratando de que sus deshechos sean reutilizados o reabsorbidos naturalmente, y al mismo tiempo buscando devolver al medio ambiente la riqueza que le aporta. De manera análoga a la interdependencia a corta distancia entre personas, cada individuo trata de enriquecer, conocer y cuidar el medio natural que habita como forma de asegurarse su propio bienestar.
La interdependencia de las pequeñas naciones
«Frente a la globalización cercanía»
Extendidas homogéneamente en el territorio, pero como una red de neuronas fuertemente interconectadas, las pequeñas naciones se plantean como un proyecto común de lo común desde lo común.
- Un proyecto común porque implica a todos sus integrantes y se construye sobre una convivencia entre iguales.
- Un proyecto de lo común porque aspira a cubrir las necesidades que todos sus integrantes comparten: vivienda, alimento y ropa, y que les da su dignidad. Al mismo tiempo aspira a ser una red donde los recursos humanos puedan circular: conocimiento, cultura, tecnología y personas.
- Desde lo común porque parte de unos mismos recursos: la tierra, el agua y en definitiva el medio ambiente que rodea a sus integrantes. Pero no sólo estos, también los elementos rurales o urbanos que existieran o se crearan en su caso.
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