21 Abr Más con menos: uso común y uso compartido
En nuestra búsqueda de una sociedad más sostenible y eficiente en el uso de los recursos, estos dos conceptos cobran una gran importancia. Suponen un cambio de paradigma grande en lo relativo a lo que significa el concepto “pertenencia”: en la sociedad propuesta, la propiedad sobre algo ya no se adquiere a través del dinero, ni se otorga ni se quita por inmediación del estado. Este se basa en el hecho de que las personas somos por naturaleza creativas, y por tanto tenemos un poder de decisión sobre el fin de nuestras creaciones. En un contexto de interdependencia profunda, en el que el bienestar individual es la fuente del bienestar colectivo y al revés, estas creaciones son disfrutadas colectivamente, a través del uso común y el uso compartido. Mientras que en el primero, creadores y usuarios son múltiples y muchas veces los mismos, en el segundo el creador suele ser un número más reducido de personas, siendo los usuarios con frecuencia personas distintas.
El uso común, hace referencia a una utilización y mantenimiento colectivos por parte de la comunidad de ciertos elementos que satisfacen necesidades comunes: electrodomésticos, instalaciones deportivas, medios de transporte, baños comunitarios, cocina comunitaria, espacios multiusos… A parte de una necesidad de un número menor de bienes para realizar las tareas diarias, con el consiguiente ahorro de recursos que eso conlleva, el uso común también conduce a un ahorro de tiempo para el individuo, donde los integrantes de las comunidades se reparten las tareas a realizar en los espacios comunes, como comidas o lavado de la ropa. El uso común de bienes y espacios sigue las normas que el colectivo que participó en su creación y uso decidan en cada caso.
El segundo, el uso compartido, se refiere por su parte a aquellos elementos que, sin pertenecer necesariamente al espacio colectivo, su poseedor o creador decide libremente prestar bajo la condición de su uso y cuidado. De esta forma, lo prestado pasa a ser propiedad de quien lo usa hasta que deje de utilizarlo, momento en el cuál se devolverá a su poseedor, y sobre él recae toda la responsabilidad de su cuidado. Dentro de los paradigmas de la sociedad actual, donde el individuo trabaja por la adquisición y posesión individual de bienes materiales, este uso compartido puede resultar utópico para la mayoría de nosotros, sin embargo, en condiciones de estrecha convivencia e interdependencia como esta que se propone para pequeñas comunidades, el uso compartido es tan inevitable como deseable.
El hecho de pasar de una carrera individual por la satisfacción de nuestras necesidades a una búsqueda colectiva de estas, hace que el individuo tome la decisión de compartir sus bienes personales en favor de su propio beneficio, ya que, como siempre, mejorando el bienestar de los habitantes de la comunidad de los que depende, mejora el suyo propio. A esto se añade que, un uso compartido de sus bienes por parte del individuo, anima a los vecinos de su comunidad a hacer lo mismo, fomentando ese mismo espíritu.
Por otro lado, el uso compartido es la respuesta más racional a una realidad: sólo una parte muy pequeña de los objetos que poseemos los utilizamos a lo largo de todo el día, usando la mayor parte sólo durante una parte del mismo, y quedando por tanto la posibilidad de que otros los usen en nuestro lugar. El uso compartido, revaloriza y explota al máximo las posibilidades de uso de nuestros bienes, bienes que ahora se encuentran infrautilizados. Estos están para ser utilizados tanto como sea posible, y no para ser almacenados esperando a que en algún momento los usemos.
Otra virtud del uso compartido reside en el hecho de que los bienes de los que un individuo puede disfrutar, compartiendo los que tiene y haciendo uso de lo que otros le prestan, son muchos más que los que podría llegar a adquirir. Además, el tiempo y esfuerzo que le tomaría ganar el dinero para comprarlos, no le permitiría, irónicamente, disfrutar de los mismos. A cambio, el individuo que recibe el bien, se compromete a su uso y cuidado, y por tanto a devolverlo en buenas condiciones una vez que no lo necesite. Alguno se preguntará, ¿qué nos asegura que vaya a devolverlo en buen estado? La respuesta es la interdependencia a corta distancia. Desde el momento en que el individuo depende de los demás para la satisfacción de ciertas necesidades a través de los bienes que otros poseen, tratará de preservar la confianza de sus vecinos, para que estos sigan queriendo compartir con él sus bienes. Sin contar con que los lazos afectivos que los integrantes de la comunidad se han esforzado en crear y fortalecer, también jugarán un papel importante en el uso responsable de lo prestado.
Una vez más se observa cómo las habilidades sociales cobran especial importancia en estos espacios de uso colectivo. Desde el momento en que la lógica del consumismo es rechazada, la adquisición, uso y cuidado de bienes e infraestructuras, depende de la capacidad de organización de los integrantes de la comunidades, y por tanto de sus habilidades sociales, y no de su productividad o de la rentabilidad de sus actividades.
El uso común y compartido tiene también consecuencias positivas para el ámbito del transporte. En las pequeñas naciones comunidades, el uso de los medios de transporte dependen en gran medida de la capacidad organizativa de sus habitantes. O lo que es lo mismo, cada comunidad tratará de tener, para su uso colectivo, un número de automóviles u otros medios de transporte, mantenidos en buenas condiciones por todos sus integrantes. Estos se pondrán de acuerdo para turnarse en el uso de los mismos, tratando de hacer una utilización lo más intensiva posible de estos medios de transporte (en otras palabras buscando cubrir todas las plazas disponibles en cada trayecto).
No sólo todos los integrantes se preocuparán, en menor o mayor medida, por su cuidado, sino que también se preocuparán por conocer su funcionamiento y manejo, para las circunstancias en que se precise un conductor (transporte de niños, ancianos u otros casos). En la sociedad del afecto y el conocimiento ya no existen profesionales del mundo del transporte que sólo se dedican a ello, sino que todos los integrantes de la comunidad tratan de adquirir la capacidad de conducir todos los medios de transporte disponibles, para su enriquecimiento y para el enriquecimiento de su comunidad. Claro está, que esto no quiere decir que no existan especialistas en el ámbito de transporte que pongan a su disposición sus conocimientos para el resto de individuos.
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