21 Abr Micro política
La articulación de la política como actividad que resuelve los problemas derivados de la convivencia y trata de potenciar las virtudes de la comunidad, se presenta, dentro de la sociedad sin dinero, llena de tantas posibilidades como responsabilidades se asuman por parte de cada individuo.
Pero antes hablemos sobre la política actual, la macro política. Los partidos políticos actualmente se ven obligados a tener el tamaño de los estados y organizaciones supranacionales donde se gestan, para tener la posibilidad real de realizar cambios efectivos en los mismos. Sin embargo su gran tamaño no responde a una necesidad organizativa de los propios individuos, es más, la fisionomía de los actuales partidos políticos, con una gran estructura que llega a todos los niveles, sólo entorpece la posibilidad de que el ciudadano pueda hacer política, ralentiza las posibles repuestas ante nuevos desafíos y consume grandes recursos. Otra de las taras de la macro política, y que siempre estará presente en mayor o menor medida en la misma porque es consecuencia de su tamaño, es el inevitable alejamiento entre los que toman las decisiones, los que las acatan y asumen sus consecuencias y los que las llevan a cabo. Mientras que estos grupos no estén representados por los mismos individuos, los integrantes de cada uno de ellos estarán abocados a observar con ojos miopes a los del grupo opuesto, y por tanto a lidiar con conflictos perennes: no entenderán la importancia y alcance de la labor del resto de grupos, ni la dependencia recíproca que existe entre ellos (en la macro política los que toman las decisiones existen gracias a que otros las acatan y otros las hacen posibles, y viceversa).
La micro política transforma estos 3 grupos (los que deciden, los que acatan lo decidido, los que lo hacen posible) en uno solo, y esto se produce gracias al reducido tamaño de las pequeñas naciones. En una comunidad de 60, 80, 100 o los integrantes que sean (dependerá en cada caso de en qué punto se encuentre el equilibrio entre una comunidad suficientemente poblada para ser productiva y rica, pero sin tantos individuos como para volver la toma de decisiones y la resolución de conflictos una misión interminable), la convivencia es tan estrecha y la interdependencia tan necesaria que la política se convierte en un ejercicio diario e imprescindible para cada individuo.
En este escenario, que brindan tanto la sociedad sin dinero como las pequeñas comunidades desarrolladas al calor de esta, los problemas derivados de la convivencia, los proyectos que quieran desarrollarse, los conflictos que deban resolverse y la ayuda que necesite recabarse, deben pasar forzosamente por el diálogo con el resto de individuos que componen la comunidad, de los que cada uno depende y que dependen de uno. Esto implica que las propuestas que reciban un mayor apoyo dispondrán de más manos para su realización, al igual que las decisiones con un mayor consenso tendrán más posibilidades de que efectivamente cristalicen. Esto se debe a que los mismos que deciden son los que ponen el trabajo, el conocimiento y el tiempo, y los mismos que disfrutan o sufren sus resultados. Resumidamente, la atención que reciben las distintas propuestas es proporcional al número de personas a las que benefician. Evidentemente nada impide que un individuo haga lo que desee, aún siendo perjudicial para su comunidad, pero no es menos cierto que tendrá difícil llevarlo a cabo porque no contará con ayuda de su entorno y es posible que eventualmente, si insiste en propuestas que perjudican a su entorno, no pueda contar tampoco con una comunidad que lo acoja.
Como vemos, la micro política hace que la política no sea una profesión, ni tampoco un servicio más o menos altruista a la comunidad, si no un ejercicio social ineludible, llevado a cabo por cada individuo de manera integral, como siempre debería haber sido. Integral porque los individuos toman parte en todas las fases de la micro política (o lo que es lo mismo, de la resolución de un conflicto o de la construcción de una propuesta): detección del problema, reflexión, consenso, toma de decisiones, participación en las acciones necesarias y convivencia con los resultados alcanzados. Ineludible porque este ejercicio de verdadera política integral no es voluntario, sino obligado, ya que en la sociedad sin dinero la desaparición de estados y empresas conlleva que todo lo que se quiera conseguir, cambiar o resolver, dependa de cada individuo (por otro lado, ¿quién querría que se encargasen de llevar las riendas de su vida cuando le colocan las mismas en sus manos?). Aquellos que elijan no participar en esta política del día a día acabarán viéndose aislados, ya que al mismo tiempo que no quieren colaborar en la resolución de conflictos y necesidades ajenos, tampoco podrán contar con nadie que les apoye en la resolución de los suyos propios.
La micro política, siempre enmarcada en la sociedad sin dinero y las pequeñas naciones que la hacen posible, da la capacidad a todos los individuos de intervenir directamente en el curso de sus vidas y su entorno, proponiendo cambios en su comunidad con plena consciencia de su viabilidad, y de su posible efecto en la misma, aplicando todo el cuidado, conocimiento y esfuerzo que sean necesarios, ya que de ello depende la buena salud de su comunidad y por tanto su bienestar personal. Esto no presupone que los integrantes de las pequeñas naciones y hacedores de la micro política tengan que tener conocimiento sobre todas las materias para afrontar los retos del día a día, sino que deberán preocuparse de aprender o pedir apoyo a otros individuos de otras comunidades para que les enseñen sobre aquello que en cada momento les resulte útil y necesario.
La micro política es reproducible a otros niveles mediante dos distintas vías: una que podríamos llamar tradicional y otra digital. En la gestión de los recursos comunes entre varias comunidades, se crearía, por ejemplo aplicando la vía tradicional, un marco de diálogo en el que portavoces (no representantes) de estas comunidades implicadas, transmiten al resto la decisión tomada por su pequeña nación. Una vez se ha llegado a un acuerdo de actuación conjunta, que los portavoces han alcanzado haciendo de mensajeros entre su comunidad y el resto de comunidades, los integrantes de las distintas comunidades comienzan a trabajar juntos. No obstante, la tecnología nos brinda también la posibilidad de afrontar estos ejercicios de toma de decisiones con la mayor pluralidad posible, lo que se podríamos la vía digital de la micro política. En ella un gran número de personas de distintas comunidades pueden discutir sobre los más diversos temas sin desplazarse de su casa, y llegar a un consenso o realizar votaciones a través de herramientas de democracia online. De esta manera vemos cómo la micro política no implica comunidades que sólo se miran su ombligo, sino que también les da la capacidad de articularse a gran escala para resolver problemas globales.
Esta forma de concertar la convivencia tiene sus obstáculos, pero la responsabilidad de superarlos recae invariablemente sobre los individuos que la practican. Imaginemos que en una asamblea se debe llegar a un acuerdo acerca de cómo abordar cierto problema. Es totalmente posible que la decisión no se alcance porque no se llegue a un consenso y que por tanto el problema persista sin solucionarse. A diferencia de los órganos de toma de decisiones actuales, en los que quienes toman las medidas ni sufren estas ni la situación que ha llevado a tomarlas, los integrantes de una sociedad sin dinero se ven obligados, si quieren seguir avanzando como comunidad, a reunir todos sus esfuerzos para llegar a un acuerdo, ya que mientras que no haya consenso el problema seguirá existiendo y les seguirá afectando.
Asambleas y consenso obligado
Las asambleas son reuniones realizadas periódicamente, tan asiduamente como la comunidad lo precise, en las que se toman decisiones y plantean propuestas que afectan a sus habitantes. Es muy recomendable que en ellas participen todos los integrantes de las comunidades, desde los más jóvenes hasta los más ancianos, enseñando a los primeros a tener y a exponer su opinión acerca de las cosas que ocurren a su alrededor, y recibiendo de los segundos la sabiduría de su experiencia. Es también altamente recomendable, cuando la complejidad técnica del problema así lo requiera, invitar a las asambleas a especialistas que aporten opiniones basadas en su conocimiento y experiencia. Esto no cambia el hecho de que en última instancia, la responsabilidad de decidir en cada asamblea qué hacer y cómo hacerlo, siga recayendo solamente en los habitantes de la comunidad.
El consenso obligado, por otra parte, es un mecanismo de las asambleas que busca evitar la «dictadura de la mayoría» a la hora de la toma de decisiones. Decidir «por mayoría» supone que exista una minoría, que puede ser amplia o pequeña, que no quede conforme con lo decidido, pero que sin embargo, tenga que acatar y llevar a cabo aquello que otros decidieron. Estas situaciones crean tensiones dentro de la comunidad que pueden ser evitadas a través del consenso obligado. Su funcionamiento es muy simple: las decisiones son tomadas solamente cuando todos los participantes de la asamblea están conformes. Aunque esto por un lado puede suponer que las asambleas se alarguen o que incluso se tengan que realizar varias veces sobre los mismo temas, asegura por otro lado que todo aquello que se lleva a cabo en la comunidad tiene el consentimiento de todos sus integrantes.
Antes de continuar es pertinente aclarar lo que implica, en este contexto, «estar conforme» con la decisión tomada. Evidentemente, por mucho que se intente acercar posturas, todas las personas de una comunidad no van a alcanzar siempre un acuerdo sobre lo que se debe hacer. En estos casos, el individuo o individuos que persistan en una postura distinta a la del resto, a pesar de todas las asambleas realizadas, pueden resolver la situación apoyando la iniciativa sobre la que no están de acuerdo y comprometiéndose al mismo tiempo a colaborar para que salga adelante. En contrapartida, por parte de los individuos cuya propuesta finalmente se ha elegido desarrollar, se llega el compromiso de que, si tras desarrollar su iniciativa, esta no soluciona el problema ni conlleva mayor bienestar para toda la comunidad, adoptarán la propuesta que fue rechazada en favor de la suya, trabajando para que esta pueda cristalizar. De esta forma, habrá ocasiones en que se esté conforme con la decisión de la asamblea a pesar de no estar de acuerdo, pero con la condición de ver resultados positivos tanto para uno mismo como para la comunidad.
En caso de que, persistentemente, dos grupos dentro de la comunidad sean incapaces de llegar a acuerdos, será seguramente síntoma de que tienen visiones distintas, y es probable que la mejor opción sea que cada grupo desarrolle, separadamente, su propia experiencia comunitaria.
Por otro lado, como veremos en el siguiente apartado, la participación en las asambleas estará asegurada por el hecho de que el individuo sabrá que aquello que se decida en su ausencia, tendrá que igualmente llevarlo a la realidad, colaborando junto con el resto de habitantes de la comunidad.
Democracia horizontal y directa
Este aspecto hace referencia en primer lugar a la inexistencia de partidos políticos y por tanto de representantes en la micropolítica desarrollada diariamente en la comunidad. El pequeño tamaño de Libertaria permite que todos los integrantes de la comunidad puedan participar en la discusión, toma de decisiones y su posterior aplicación, siendo así las asambleas totalmente plurales y participativas, pero al mismo tiempo eficientes. De esta manera, desaparecen las estructuras jerárquicas tradicionales de las instituciones públicas, que hacían que el grueso de la población cediera sus responsabilidades en favor de una pequeña parte, los políticos, que asumían una responsabilidad sobre cientos, miles o millones de personas que jamás se les debería haber dado, independientemente de la ética de sus intenciones. Para que el individuo sea plenamente libre, tiene que tener la capacidad de decidir sobre todos los aspectos de su vida, en consenso con el resto de individuos con los que convive. Si seguimos dejando que otros decidan por nosotros, jamás seremos libres.
En segundo lugar, la democracia horizontal y directa hace alusión al hecho de que en la comunidad, los mismos que deciden, acatan lo decidido, y estos son los mismo que lo llevan a cabo. De esta manera, el individuo vive colectivamente, pero al mismo tiempo lo hace en libertad, ya que no acata las órdenes de una autoridad superior, sino que hace aquello que anteriormente ha decidido junto a otros realizar. Este aspecto enlaza con lo ya expuesto anteriormente en el subapartado: «Asambleas y consenso obligado».
Debemos darnos cuenta de que en sociedades formadas por grandes estructuras de población en vez de por pequeños núcleos como se propone en este libro la capacidad de decisión democrática del individuo se diluye. No sólo porque esta se transforme inevitablemente en un gobierno representativo en el que la única tarea de la población es votar cada cierto tiempo, sino porque el individuo se ve empujado a decidir sobre asuntos mucho más amplios, complejos y diversos que su capacidad de procesamiento y análisis de la información necesaria para emitir un juicio válido. En una mega estructura como un país o una región, es casi imposible que cada votante ejerza su derecho al voto con total conocimiento sobre las consecuencias de lo que está votando, limitándose a depositar, por falta de interés pero también por falta de tiempo y capacidad para procesar y analizar la información necesaria, su confianza en este o aquél partido, esperando que sea el que tenga las soluciones adecuadas. Sin embargo en las pequeñas comunidades el individuo si puede decidir con total conocimiento de causa, ya que este decide sobre asuntos que forman parte del día a día de su comunidad o de las comunidades adyacentes y su dimensión es mucho más asequible para su análisis individual.
En definitiva, una democracia nunca puede ser auténtica en una gran estructura social, en primer lugar porque su ejercicio no es diario ni implica a toda la población, quienes votan no son quienes toman las decisiones ni son quienes las llevan a cabo y por último, la información necesaria para emitir un voto verdaderamente fundado es casi imposible de procesar. Sólo en las pequeñas estructuras sociales, las ecoaldeas o pequeñas comunidades, podemos alcanzar una democracia auténtica.
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