Creámonos creémonos libres | A favor de la cercanía
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A favor de la cercanía

Pensar de manera cercana significa, dentro de una misma comunidad, vivir en estrecha colaboración e interdependencia, compartiendo los mismos espacios, discutiendo conjuntamente el futuro. Esto implicará, por ejemplo, que las comunidades giren en torno a espacios de uso colectivo, que satisfacen unas necesidades comunes. Aspirando también a una eficiencia energética pero siempre enmarcado dentro de esta filosofía de lo común, no tendrá porqué haber una lavadora, una secadora, un lavavajillas, un frigorífico por cada casa, sino que se dará la posibilidad de que estos electrodomésticos, que cubren necesidades comunes, sean utilizados y cuidados por todos los integrantes de la comunidad. Pero no sólo hablamos del uso de compartido de aparatos. En estos espacios comunes se podrá también compartir conocimiento, impartiendo cursos, haciendo talleres para niños y mayores… En resumen llevando a cabo iniciativas que persigan poner en común el saber individual. Estas que se indican son sólo algunas de las innumerables posibilidades: en estos espacios comunes, en el epicentro de las pequeñas naciones se podrán crear (ya no habrá dinero que lo obstaculice) grupos de teatro, talleres de mecánica, de cocina, grupos de apoyo psicológico, guarderías, grupos de reflexión, colectivos de estudio e investigación… En pocas palabras un hervidero de compartidas ideas, inquietudes, habilidades, conocimiento… Vemos que la primera de las acepciones de «cercanía» se basa en que, desde la intimidad de nuestra permeable vivienda, aspiremos continuamente a entretejer una rica vida social. Antes de pasar al siguiente punto es importante recalcar que estos espacios comunes de las pequeñas naciones, donde se dan la mano las necesidades y conocimientos de los integrantes de la comunidad, no vienen a sustituir los medios de creación propiamente dichos, (como centros de investigación, colegios, universidades, fábricas, centros de artesanía…), sino que los complementan a pequeña escala.

Por otro lado, «cercanía» entre comunidades significa una íntima relación entre todas ellas, como una red de neuronas repartidas homogéneamente y conectadas entre sí, evitando el asilamiento, la excesiva distancia entre ellas, que al fin y al cabo sólo puede empobrecer a la comunidad.

Pensar de manera cercana también tiene consecuencias en los medios de transporte. Existiendo pequeñas distancias entre las comunidades, cada una de ellas se puede concentrar en construir y mantener las vías de comunicación que llegan a su comunidad, solapándose con los tramos que salgan o entren de las comunidades adyacentes, gestionados por sus respectivos integrantes, y creando así una red de caminos, carreteras… La distribución cercana y homogénea de las comunidades, permitirá que cada comunidad no tenga que hacerse cargo de grandes infraestructuras para el transporte, con los problemas que eso evita. Además, el interés en mantener unas buenas vías de acceso es obvio por parte de las comunidades. Démonos cuenta de cómo, también aquí, lo construido debe ser un reflejo de las capacidades de las personas: vías de transporte más pequeñas, que abarquen las pequeñas distancias que existan entre comunidades, que no se derrumben bajo su propio peso y puedan ser gestionadas por las personas que se benefician de ellas.

Otro hecho que tendrá consecuencias directas en los recursos destinados al transporte es la interconexión de los procesos productivos, ya que la «cercanía» también se debe buscar entre los medios de creación, para aprovechar eficientemente los recursos y hacer partícipes a los individuos de todo el ciclo productivo de lo fabricado. De esta manera las fábricas se convertirán en centros interdisciplinares, donde alrededor de una o varias materias primas se desarrollarán toda clase de industria, ciencia y artesanía.

Pongamos por caso una fábrica dedicada a la extracción del hierro. En la sociedad del dinero esta extraería tanta cantidad como pudiese del entorno, sin atender a las consecuencias medioambientales y sociales, y otorgando un beneficio muy reducido a la población local. En la nueva sociedad, no sólo se toma en consideración que la extracción sea sostenible (ya que los mismos individuos que participan en esta actividad dependen del ambiente en el que la desarrollan y por tanto de sus consecuencias sobre este), sino que los beneficios que conllevan para las poblaciones circundantes se vean multiplicados, al crearse múltiples procesos creativos en la fábrica multiproductiva que gira en torno a este mineral: fabricación de utensilios de todo tipo, aplicaciones en la tecnología, artesanía derivada de su uso, ciencia investigativa sobre este recurso, e incluso porqué no, especialidades artísticas que orbiten en torno al hierro. Esta es la única manera de que todas las posibilidades de un recurso natural se exploten realmente por las poblaciones circundantes (antagónico a la lógica productiva actual, en la que la extracción se produce en un lugar y sus posteriores elaboraciones en otros, llevándose la mayor parte de su riqueza consigo).

Además, la interconexión de procesos productivos de distintas materias primas permitirá utilizar los excedentes de uno como material para otro. Por ejemplo, el serrín de una actividad ligada a la madera puede servir en el interior de la misma fábrica para otros procesos, como la obtención de energía a través de la combustión de biomasa, o en la construcción de lechos para animales. Estos centros que aúnan e interrelacionan varios procesos productivos aseguran que los recursos son aprovechados en todas sus dimensiones y fases posibles, al mismo tiempo que evitan los gastos de energía que conlleva el transporte en la fabricación fraccionada en distintos lugares. Al igual que en lo académico hemos entendido que los estudios deben ser interdisciplinares para ser realmente completos, nos queda comprender que también esta forma de pensar volverá los procesos productivos mucho más eficientes y prolíficos.

“Cercanía” es también acortar las distancias de las personas a los medios de creación, de manera que no haya que desplazarse obligatoriamente largas distancias a grandes edificios que centralicen muchos servicios. El dinero nos ha enseñado a pensar a lo grande, y cuando así se hace, se necesitan estados o empresas que administren, lo que revierte inevitablemente a su vez en una mayor dependencia del dinero. Sin dinero tendremos que entender que lo más coherente es diversificar y repartir los medios de creación alrededor de las comunidades, con un tamaño proporcional al número de comunidades implicadas en su uso y gestión, es lo que podemos entender como una estructura fractal. Así, por ejemplo, cada comunidad tendrá su pequeña clínica, un centro sanitario un poco más grande se dé entre varias, y un gran hospital sólo pueda darse cuando muchas comunidades se involucren, construyéndose seguramente en un punto intermedio de todas ellas, y beneficiando por tanto a todos los integrantes de todas las comunidades implicadas, de manera que sólo en el caso de una enfermedad grave, que haya que tratar en un gran hospital, sea necesario recorrer más distancia. Cuanto más grande es un medio de creación, más gente se beneficia, pero también más gente vela por su cuidado.

Que el transporte dependa de las personas y que todo orbite en torno a pequeñas distancias, hará que ya no sea frecuente comer soja de China en España, o comer paté de Francia en EEUU. Los medios de creación están diversificados y su carácter es local, aprovechándose de ellos las poblaciones adyacentes, lo que hace que la fabricación y el consumo sean conscientes y consecuentes con los recursos presentes en el entorno que se habita. O dicho de otra manera, la creación, siendo local y llevada a cabo por integrantes de las comunidades en las que se produce, es una muy ligada a su medio, y trata de conocer y aprovechar de la mejor manera los recursos presentes en este. Al cohabitar los medios de creación con los integrantes de las comunidades, estos no tendrán que recorrer grandes distancias para beneficiarse de ellos. Sin embargo, habrá ocasiones en las que se necesite o se quiera un material especial, o un objeto que por sus características sólo se fábrica en cierto lugar. Entonces el transporte a mayor distancia se hará inevitable. Un transporte que sin embargo parte de los individuos, configurado según las necesidades de desplazamiento colectivas y la conciencia con el entorno. Esto, sumado a una producción cercana y a una producción ligada a la estricta necesidad, imprimirá un ritmo distinto a nuestra sociedad, más pausado, menos frenético. Un ritmo que nuestro planeta podrá sobrellevar.

Este ritmo más lento, más orgánico, no nos debe llevar a error. Las personas en esta nueva sociedad se mueven, y lo hacen mucho más libremente que antes, ya que no hay un trabajo fijo al que acudir, ni tampoco fronteras ni visados. Sin embargo son conscientes de lo que las distancias suponen, porque las recorren, y tratan, siempre de que sea posible, de encontrar los recursos en su entorno antes que optar por viajar. Cuando les es necesario desplazarse, se organizan colectivamente para hacer el viaje junto a otros que vayan al mismo destino, o destinos cercanos o intermedios. Sin fronteras los límites los ponen las personas. El turismo por su parte, no existe como lo entendemos ahora.

Estamos acostumbrados a exigir al viaje paisajes hermosos, cosas exóticas, gentes auténticas, sabores nuevos. Pero el verdadero viaje es aquel que también e te pide, al que le das, un camino en el que te dejas un poquito en cada lugar. Viajar en la sociedad sin dinero significa dedicar tiempo, habitar el paisaje, dejar huella. Significa no tener otro pasaporte que lo que puedas aportar. Significa ser acogido por las gentes en sus comunidades, para que les cuentes, para que prestes tus manos, tus habilidades, para que compartas lo que sabes, lo que traes en la maleta de la experiencia, para que te enseñen orgullosos su tierra, su hogar, para que aprendas tú también lo que ellos aprendieron, para unirse a ti, o para aconsejarte sobre el mejor camino. En definitiva viajar es, como todo en esta sociedad sin dinero, una experiencia de profundo intercambio y enriquecimiento recíproco, donde sólo necesitamos como pasaporte lo que cada uno pueda aportar.

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