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Bolsas de Necesidades y Capacidades. Bolsas de Recursos

En relación a los medios de creación y el trabajo es inevitable hablar de la manera en que los recursos humanos y materiales circularán en una sociedad sin dinero. El nombre de «Bolsas» es una clara alusión a una ocupación de las Bolsas de Valores actuales, espacios donde ahora se hace negocio con la dignidad, para comenzar a darles la utilidad que siempre deberían haber tenido: el reparto justo de la riqueza. Yendo a su significado concreto, las Bolsas son los lugares físicos o virtuales en los que las personas intercambian habilidades, experiencias, conocimiento, necesidades y materiales en la sociedad sin dinero. Es importante decir ya por adelantado que el trueque o la utilización del tiempo como dinero no son necesarios en estos lugares de intercambio. Éste se produce sin más incentivos que por la necesidad del que tiene un conocimiento de compartirlo o aplicarlo, y en segundo lugar por el interés de crear y enriquecer lugares donde en un momento dado tus necesidades encuentren respuesta.

Antes de continuar debemos entender la naturaleza del intercambio del que hablo, distinta a la que imprime el dinero hoy en día a nuestros intercambios. Actualmente estos son directos: doy dinero, recibo productos o servicios; trabajo, recibo dinero; pago, trabajan para mí. Sin embargo cuando a lo largo de éstas líneas hablo de intercambio, hablo de un intercambio indirecto, es decir, uno que no es tan simple como cambiar unas cosas por otras, o unos servicios por otros, sino un intercambio en el que la riqueza de una persona se vierte en un todo, en su comunidad, o en las comunidades adyacentes, o en una Bolsa de Necesidades y Capacidades, y le vuelve en un tiempo y forma indeterminada. El intercambio es indirecto, porque la persona no se ve recompensada en un tiempo y de una manera concreta, sino que lo que aporte servirá para que en un futuro los participantes en la Bolsa, Bolsa que ella ha ayudado a construir y ha enriquecido, le presten la ayuda que ellos mismos recibieron. O lo que es lo mismo: las personas beneficiadas por las actividades de otras, no tendrán el más mínimo problema en ayudar cuando estén en disposición de hacerlo. Saben que lo que aporten a las Bolsas les será reflejado, y lo que ellos viertan hoy en otros, les enriquecerá de distintas maneras en un futuro.

Démonos cuenta de cómo estos intercambios indirectos imitan los intercambios existentes en nuestras relaciones personales: cuando invertimos tiempo, esfuerzo, en una amistad, o en un familiar, o en nuestra pareja, lo hacemos sin esperar nada a cambio, pero sabiendo que en el futuro, y de una manera que no sabemos, ese afecto, ese amor invertido nos será devuelto. De manera similar los resultados de nuestra creatividad, nuestro trabajo, nuestro tiempo, se verterán en un todo, que puede ser nuestra pequeña comunidad, nuestros medios de creación o nuestras Bolsas, y nos será devuelta en tiempo y forma determinados, gracias a la interdependencia a pequeña distancia[1], que nos mantiene ligados a los mismos.

Tres son los aspectos que se dan la mano en estos espacios: los que tienen un conocimiento lo pueden compartir, o lo que es lo mismo, el médico encuentra aquí una oportunidad para compartir lo que sabe; los que tienen una necesidad la pueden satisfacer, o lo que es lo mismo, quien necesita construir un molino eólico encuentra aquí consejo y ayuda; y por último, los que necesitan materiales aquí los puede encontrar.

Pero, ¿cuáles son los fundamentos de estas Bolsas? La existencia de estos lugares se basa en el hecho de que el desarrollo de toda actividad humana necesita de alguien que se beneficie de ella. Las Bolsas simple y llanamente ponen en contacto a ambas partes. ¿A qué me refiero con esto? Quien se dedique a la medicina necesita de enfermos, quien se dedica a la geología necesita de gente interesada en la extracción de unos u otros materiales, quien se interese por la educación necesita de estudiantes, y quien se dedique a escribir libros necesita de lectores. De esta manera comprobamos dos cosas:

– Las personas nos necesitamos, tanto para ayudarnos a cubrir nuestras necesidades como para formar parte indispensable de las actividades de otros. La necesidad o carencia de unos es la oportunidad de otros para desarrollar sus habilidades y poner en práctica sus conocimientos.

– Cuando el dinero no es el que determina el valor de cada actividad, éste se puede medir por el número de personas a las que beneficia y el grado de bienestar que conlleva, para uno mismo y para los demás. De esta manera un arquitecto se podrá centrar exclusivamente en el bienestar de los inquilinos de sus viviendas y en su propia satisfacción personal, sin estar influenciado en ningún momento por el beneficio económico.

En este contexto las Bolsas son espacios, físicos o virtuales, donde las personas tienen la oportunidad de suplir una carencia, compartir los resultados de su actividad, intercambiar indirectamente materiales o conocimiento… Espacios que imitan el funcionamiento de algunos sitios de Internet, donde se dan cita personas con ciertas necesidades y personas con la capacidad para suplirlas, sin que el dinero medie. Actualmente éstas webs se circunscriben a unas actividades concretas o a solamente el intercambio de conocimientos. Las Bolsas extenderían ésta filosofía al resto de ámbitos de nuestra vida. Además, podrán establecerse tanto como lugares estables para el intercambio de recursos materiales y/o intelectuales, como espacios temporales en los que desarrollar ferias o convenciones celebradas en torno a un cierto tema.

Gracias al desarrollo de las comunicaciones, estas Bolsas serán grandes semilleros de ideas, ya que recogerán gran cantidad de información, conocimiento, materiales, productos… creados en los medios de creación y que no han encontrado salida en ellos (recordemos que los habitantes de las pequeñas comunidades se acercan a los medios de creación para disfrutar de lo que en ellos se crea). En la versión virtual de estos lugares de intercambio, los proyectos se podrán construir en red, con todas las ventajas del pensamiento colectivo, para posteriormente llevarlos a la realidad si las ideas fructifican. Además, los participantes de estas Bolsas harán lo posible para que estos centros de intercambio de ideas, manos, conocimientos y experiencias estén lo más vivos posible, porque esto redunda directamente en la calidad de sus vidas.

Pongamos por caso un médico que, ejerciendo en el hospital, ambulatorio o instituto correspondiente, tiene mucho más conocimiento que el que se limita al tratamiento de sus pacientes o al trabajo que realiza en el laboratorio. Las Bolsas representan para él un oportunidad para compartir sus experiencias, su sabiduría, sus ideas. Su conocimiento puede ser más o menos acertado, pero lo realmente valioso es la manera en que su visión conforma en las Bolsas, junto con una infinitud de visiones más, un caleidoscopio de opiniones, posturas, teorías… que enriquecen a todos los participantes de estos lugares de intercambio, desde aquellos de su mismo ámbito como otros totalmente alejados del mismo. Porque si algo caracteriza a estas Bolsas es la heterogeneidad.

Para la especialización, para el desarrollo de una actividad profesionalmente, existen los medios de creación: hospitales, institutos de investigación, fábricas, talleres… de los que ya hemos hablado. A ellos se acercan los individuos de las poblaciones adyacentes, para disfrutar de la cultura material e inmaterial producida en estos espacios. Las Bolsas son, en cambio, los lugares necesarios para el intercambio, lugares donde se entrecruzan, retroalimentan, se influyen, se mezclan, se contrastan los resultados de todas las distintas actividades humanas: teorías físicas, artesanías tradicionales, corrientes filosóficas, descubrimientos científicos, grupos sociales, movimientos artísticos… Hablo de lugares donde existe un intercambio sin barreras, plural, abierto e interdisciplinar, tan multifacético como lo somos los seres humanos. En este contexto el médico se zambulle, junto con su conocimiento, enriqueciendo y dejándose enriquecer, contrastando lo que él sabe con lo que saben los demás, (incluso con aquellos cuya área de conocimiento pareciera lejana, pero que puede contribuir de manera impredecible a su saber), conociendo las experiencias de otros, contando las suyas propias… Así, cuando el médico abandona la Bolsa de Capacidades y Necesidades para volver a su comunidad, lo hace renovado, habiendo sembrado y habiéndose dejado regar con aguas distintas a la suya. También se lleva nuevas amistades, nuevos contactos interesante para su trabajo o sus otras inquietudes y aficiones e incluso, porqué no, algún proyecto, curso, iniciativa… de la que formar parte.

Se podría pensar que el médico de este ejemplo no tiene porque tener interés en hacer esto, y con limitarse a curar en el hospital a las personas que forman su comunidad y las comunidades adyacentes, habrá satisfecho su vocación e inquietudes intelectuales. Esto sin embargo no es así. Este médico, y al igual que el resto de individuos que aportan su conocimiento a la Bolsa es, antes de ser médico, una persona con inquietudes, carencias, dudas, necesidades… que en solitario no siempre pueden satisfacer. Haciendo todo lo posible con su conocimiento por contribuir a crear una Bolsa (que, repito, puede ser tanto física como virtual) rica, dinámica y diversa, a la que se acerquen muchas personas con distintos perfiles, estará haciendo posible que, cuando él mismo tenga una necesidad, una inquietud… exista un espacio con el que poder contar, que él mismo ha ayudado a construir y enriquecer, donde habrá gente dispuesta a informarle, ayudarle, enseñarle… como a ellos le han informado, ayudado y enseñado anteriormente.

Antes de continuar tenemos que tener en cuenta que las Bolsas son espacios de intercambio indirecto, y no medios de creación. Es decir, la actividad que un ingeniero pueda desarrollar en ellas no sustituye a las fábricas al igual que el conocimiento que pueda compartir el profesor no sustituye a las universidades. Las Bolsas son la manera en que los recursos humanos y materiales circulan en la sociedad sin dinero, no son lugares de producción, medio de creación, aunque evidentemente, por sus características, si sean el semillero de muchos proyectos. En lo relativo a su disposición en el territorio, para aquellas Bolsas que no sean virtuales, parece que lo más interesante es ubicarlas en la intersección o en las cercanías de tantas comunidades como sea posible, recibiendo gentes, materiales y conocimiento dispares y diversos, lo cual redundará inevitablemente en su riqueza.

En cuanto a las Bolsas de Recursos, estas presentan ciertas diferencias frente a las otras dos mencionadas, ya que en su seno no se produce el intercambio de capacidades y necesidades, sino que a éstas llegan los materiales u objetos resultantes de las distintas actividades que no han encontrado a los individuos que se beneficiasen de ellos, lo que hace que inevitablemente sean lugares físicos. Las personas, como ya se ha hecho hincapié a lo largo del libro, somos creadoras por naturaleza, por instinto. Como resultado de nuestras actividades surgen ciertos elementos (tecnología, artesanía, arte…) que no siempre encuentran una necesidad que suplir en su entorno más inmediato. Es aquí donde entran las Bolsas de Recursos, lugares donde las personas y medios de creación pueden dar salida a lo que de otra manera se quedaría acumulando polvo.

Es conveniente recordar, en relación a éste contexto de intercambio indirecto, que las diversas actividades creadoras del ser humano no necesitan de un incentivo para que se produzcan. O lo que es lo mismo, a quien le gusta coser ropa, montar ordenadores, trabajar la madera o escribir libros, lo hará siempre, independientemente de que sus necesidades relativas a estas mismas actividades, estén cubiertas o no en su hogar o entorno más inmediato, ya que es lo que le apasiona, lo que le gusta hacer. Las Bolsas de Recursos son espacios que recogen estas actividades realizadas por gusto, vocación o inquietud (que la sociedad sin dinero favorece y la sociedad del dinero en cambio obstaculiza) y que de otra manera permanecerían inutilizados y sin aprovecharse.

Tenemos, por tanto, que estas Bolsas de Recursos recogen los objetos y materiales creados por individuos en sus actividades o que, producidos en los medios de creación, son sobrantes, es decir, ya han suplido todas las necesidades de la población adyacente. En pocas palabras, en estas Bolsas los recursos sobrantes se dan cita con las carencias de recursos. Asalta una vez más la duda, razonable, de porqué nadie, que ha producido cierto objeto o extraído cierto recurso en su actividad, haría el esfuerzo de llevarlo a una Bolsa de Recursos, cuando puede acumularlo en su casa. La respuesta es la misma que formulamos para las Bolsas de Necesidades y Capacidades: el individuo que por su actividad acumula ciertos objetos, materiales, productos… es el primer interesado en ayudar a crear una Bolsa de Recursos rica, que anime a otros a llevar los resultados de sus actividades, y donde pueda encontrar, en un momento dado, los recursos materiales que necesite. Además, el hecho de que exista un espacio donde las personas pueden llevar sus creaciones, crea un marco donde reciben las impresiones de aquellos que se benefician y disfrutan de ellas, pudiendo mejorar así en el desarrollo de su actividad.

Cabe el riesgo, como el lector habrá ya pensado, de que un grupo de personas se apropien de este jugoso espacio de recursos. No es necesario reflexionar mucho para darse cuenta de que su movimiento sería uno más bien ingenuo ya que, tras hacerse dueños de la Bolsa de Recursos el resto de usuarios dejarían de llevar sus productos, y por tanto su éxito sería limitado en el tiempo.

Otra cuestión que permanece abierta trata sobre qué ocurre con aquellos recursos absolutamente necesarios para una comunidad que se encuentran sólo en lugares muy alejados de la misma. Hago hincapié en “absolutamente necesarios”, ya que las comunidades deberán tratar, en la mayor medida posible, de crear los bienes e infraestructuras que necesiten con los recursos disponibles en su entorno o en las comunidades adyacentes. En los casos en que sea indispensable un material que se encuentra a cientos o miles de kilómetros de distancia de la comunidad, es decisión de la comunidad o comunidades adyacentes permitir su explotación por parte de los interesados. Aunque todos tenemos los mismos derechos sobre los recursos naturales del planeta, quienes son directos responsables de su cuidado, son aquellos que en cada caso conviven con estos. Por ejemplo, las comunidades que se encuentran en lugares donde crece una planta medicinal muy específica, serán responsables, por su propio bienestar, el del planeta y el del resto de comunidades, de una correcta explotación que no ponga en peligro su supervivencia. En los casos en que el recurso no sea renovable, como por ejemplo el hierro u otro mineral, la comunidad o comunidades que sean responsables de su explotación tendrán la difícil e importante tarea de decidir a qué ritmo extraerlo y en qué proyectos, propios o de otras comunidades, dedicarlos. No olvidemos que aunque muchos recursos necesarios para el desarrollo industrial, tecnológico y científico no son renovables, mucho sí son reutilizables, brindándonos la posibilidad de, seguir fabricando con ellos sin necesidad de emprender nuevas extracciones.

Esta alternativa que se propone de intercambio de recursos humanos y materiales es hija, en su versión virtual, de las nuevas tecnologías de comunicación, de la nueva interconectividad global en la que nos vemos inmersos, que convierten las Bolsas de Necesidades y Capacidades en grandes centros de intercambio de miles de personas, donde éstas no sólo se ayudan, sino que también se ponen en contacto para crear proyectos. Esta propuesta y en definitiva la sociedad sin dinero de la que se habla en éstas líneas, son un reflejo de las nuevas tecnologías. Sin ellas, las alternativas comentadas en estas páginas estarían abocada al aislamiento y en último término al fracaso. Por ello hacernos conocedores y dueños de la tecnología que nos rodea es tan fundamental, sólo con ella seremos capaces de articular nuevas sociedades profundamente intercomunicadas.

En definitiva las Bolsas son, en una sociedad interconectada, lugares de intercambio y enriquecimiento mutuo, donde circulan libremente las inquietudes, habilidades, conocimientos, carencias y necesidades, junto con los productos resultantes de las actividades humanas. No necesitamos demanda y oferta, ni dinero, ni altruismo y caridad para compartir, sino simplemente encontrar una forma de organizar la sociedad, donde el bienestar común sea realmente el individual, y el individual el común. Creo que las Bolsas, junto con las pequeñas comunidades, son los espacios idóneos donde este concepto puede cristalizar.

[1] Cabe formularse la siguiente pregunta a este respecto: ¿qué ocurre cuando la distancia entre dos comunidades no es lo suficientemente pequeña para que sea posible una interdependencia a corta distancia entre ellas? O dicho de otra manera, ¿de qué forma se pueden relacionar dos comunidades alejadas entre sí cuando la interdependencia a corta distancia no facilita los intercambios indirectos? Por un lado gracias a internet, una comunidad interesada en establecer una relación con otra, puede obtener información acerca del resultado que han tenido los lazos establecidos por otras con esta. Si muchos son negativos, la comunidad interesada en colaborar se decantará por otra con mejor valoración, y por ello, a cada comunidad le interesará para no caer en el aislamiento, construir y mantener una actitud abierta a intercambios con las demás comunidades, incluso con aquellas que estén a miles de kilómetros. Por otro lado, en los casos en que como hemos dicho no se dé interdependencia a corta distancia y por tanto intercambios indirectos, sé puede optar por los intercambios directos (trueque) teniendo la prudencia de, en primer lugar, no exponer en los intercambios con otras comunidades la riqueza natural de la propia comunidad ,hasta el punto de que sus propios habitantes no puedan disfrutar de ella y, en segundo lugar, no crear una dependencia fuerte y alargada en el tiempo de otras comunidades alejadas, haciendo lo posible siempre por superar la carencia de ciertos recursos encontrando sustitutos en el entorno de la propia comunidad o en las comunidades más cercanas, con las que los intercambios indirectos sí se pueden dar.

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