21 Abr Medios de creación propios, flexibles, multiproductivos e intraconectados
«Menos mano de obra y más obra maestra.»
Para nuestro empoderamiento es fundamental que reflexionemos acerca de un hecho: es de nosotros, de las personas, de quienes depende cualquier medio de creación. Medios de creación de conocimiento, como universidades y colegios; de producción industrial, como fábricas y talleres; de ocio, como teatros, museos y cines; de salud, como hospitales y ambulatorios… Sin olvidar los medios de recuperación, que reintegrarán todos los deshechos generados a lo largo de tantos años, una increíble fuente de recursos si nos esforzamos en reutilizarlos y reconvertirlos.
En las líneas que siguen veremos que ninguno de estos medios de creación necesitan de corporaciones para funcionar, una sociedad no está obligada a articularse en torno a empresas si sabe volver a las fuentes de sustento, la tierra, el agua, las materias primas, recuperar los medios de creación que ya existen, construir los que sean necesarios y modernizar o eliminar los que supongan un riesgo para el medioambiente y sus gentes.
Sin los poderes económicos los medios de creación serán distintos, pero indudablemente seguirán existiendo, ya que las personas tenemos una inclinación inherente a la creación intelectual, artística, tecnológica, artesanal… Si esta afirmación parece poco prudente basta, para deshacerse de todas las dudas, observar a los niños, como crean, crean y crean por el mero hecho de crear, maravillándose con lo conseguido, disfrutando con su capacidad para convertir lo abstracto en algo real, y lo más significativo, compartiendo sus creaciones sin esperar nada a cambio. Padres, hermanos mayores, tíos, abuelos, ¿cuántos dibujos, manualidades e inventos guardáis de vuestros hijos, hermanos pequeños, sobrinos y nietos? ¿Alguna vez os han pedido una contrapartida, algo a cambio? Nunca. Disfrutan de las reacciones de los demás con sus creaciones, de las exclamaciones de asombro, de las preguntas sobre cómo y porqué, de los consejos para futuras mejoras. Pero esta natural generosidad humana, que se manifiesta desde los primeros años, es ahora tempranamente suplantada por una enseñanza que prima la búsqueda del beneficio y del interés propio. Se enseña aquello de “tu primero tienes que preocuparte de ti mismo, y luego ya de los demás”, y se enseña tan eficazmente, que “los demás” a veces no llegan nunca. De manera que cuando estos niños se convierten en adultos, perpetúan la sociedad del dinero, la del interés propio por encima del bien común, enseñando a sus hijos lo mismo que les enseñaron a ellos.
Es una falacia que en una sociedad sin la motivación del dinero, sus integrantes no mueven un dedo, se vuelven perezosos. La necesidad de creación, la necesidad de esparcirnos, prolongarnos, perpetuarnos en aquello que creamos es profundamente humana, y aunque el dinero la haya dormido, la haya domado, volverá con renovadas fuerzas cuando este desaparezca. Tenemos poco a poco que recordar nuestra primera creatividad generosa, la que nos surgía de manera instintiva desde nuestros primeros años, sin que nadie nos la hubiera enseñado. Además de esta vuelta a la creatividad de nuestros primeros años, tenemos que acabar con la creencia que hoy se repite como un mantra: “mira primero por ti, y luego si acaso por los demás”. Tenemos que terminar con esta actitud no por bondad, si no porque ante todo es rotundamente equivocada. Centrarnos en la consecución de nuestros propios intereses, sin atender al interés de los que nos rodean, nos aleja del resto, y eso nos hace tremendamente infelices. Sabemos que la mujer, el hombre, es ante todo un ser social, que necesita del apoyo, del respeto, del afecto, del amor, del cariño de los demás. Esta base afectiva es lo que realmente entronca nuestras vidas, siendo el resto de cosas que hacemos fascinantes, hermosas, interesantes y emocionantes pero al fin y al cabo hojas del tronco del afecto, que lo fortalecen pero no lo pueden sustituir.
¿Y de que manera se relaciona esto con los medios de creación que estamos discutiendo? El afecto, el amor, la estima, el enriquecimiento espiritual, debe ser el aspecto central de toda nuestra vida, también en el trabajo en nuestros medios de creación. Es por esto que el resultado de todas nuestras creaciones, desde la más pequeña a la más grande, siempre deberá buscar un espejo donde mirarse, es decir, personas que utilicen, admiren y disfruten aquello que uno mismo ha creado, construyendo y fortaleciéndose vínculos entre los creadores, entre el creador y lo conseguido, entre el creador y lo trabajado, entre el creador y el que lo usa, entre el creador y el que admira, entre el creador y el que disfruta lo creado. En la sociedad que vivimos, ese espejo, donde la creación resultante de las diversas actividades humanas se mira es, por encima de todo, el dinero, el beneficio económico que esta representa, haciendo que nuestro trabajo no nos devuelva afecto, sino beneficio ecnonómico, vaciándonos por dentro aún con los bolsillos llenos.
Hay que recalcar así mismo que todo lo anterior se dará sin recurrir a la caridad, la solidaridad o el altruismo. En una sociedad sin dinero no hará falta apelar a la bondad del ser humano, tampoco en el ámbito del trabajo. Las personas, sin las limitaciones de un mercado laboral donde manda el dinero, finalmente podrán libremente elegir cómo y con quién cooperar, cómo desarrollar su vocación, sus inquietudes, enriqueciéndose unas de otras, yendo ahí donde esté el conocimiento, llevando su conocimiento donde sea necesario. Este es el nuevo trabajo, el construido desde la realización personal, desde la necesidad de crecimiento intelectual, desde el magnífico sentimiento de sentirse útil, desde la hermosa constancia de que tu tiempo, tu esfuerzo, tu estudio, tu perseverancia, hacen más rica y feliz la vida de quienes te rodean, y así lo puedes constatar con tus propios ojos. Desde el momento en que las personas tienen la libertad para desarrollar sus inquietudes creativas, no será necesario apelar a su bondad o altruismo para que creen para la comunidad, el poder creador de la humanidad necesita, inevitablemente, alguien que disfrute de lo creado.
Ya no existirán las secretarias que hacen de secretaria toda su vida, ni el socorrista, ni el basurero, ni el cocinero, ni el albañil, ni el profesor, ni el electricista, ni el periodista, ni el enfermero, que ejercen de ello toda su vida, si no personas plurihábiles que saben gestionar, cocinar, mantener su entorno limpio, cuidar y socorrer a los demás, construir, reparar, enseñar, curar, informar… En definitiva gente consciente de la capacidad del ser humano para aprender y desarrollar las más diversas habilidades, haciendo de su vida una experiencia rica, heterogénea, con un inevitable conocimiento de su entorno cultural, tecnológico y humano. Consiguiendo así empoderar sus vidas, con una dignidad que parte de sus manos y una libertad que es sólo suya.
Con todas estas piezas podemos dilucidar el escenario de creación que se dará en una sociedad sin dinero: aquellos que posean inquietudes afines y conocimientos complementarios, se agruparán en torno a los medios de creación que les sean de más utilidad para desarrollar su actividad o actividades, en otros casos crearán otros a la medida de su trabajo. Irán ahí donde puedan desarrollar su actividad, donde puedan aprender más, donde puedan enseñar a otros, donde puedan intercambiar conocimiento, donde se necesiten sus mentes y sus manos. Hablamos de medios de creación propios. Antes de continuar, debemos ser conscientes de la enorme importancia que tiene, para que el trabajo sea una actividad elegida libremente y que responda a nuestras inquietudes, nuestras necesidades y las de nuestro entorno, que partamos de una situación en la que nuestra dignidad más fundamental está cubierta por nosotros mismos.
De esta manera tendremos las fábricas de las personas, y no las de las empresas, las del máximo beneficio a toda costa, las de la fabricación en cadena y las de la obsolescencia programada. En las fábricas de las personas se reunirán, por poner un ejemplo, los que les gusta diseñar, los que les gusta estudiar el terreno para extraer los materiales, los que les gusta obtener los materiales a partir de objetos reutilizados, los que les gusta pasar a la realidad lo que está en el plano, los que les gusta estudiar las propiedades químicas de los materiales, los que les gusta crear y reparar las máquinas que fabrican lo que las manos no pueden (no es difícil darse cuenta que aquí el verbo clave es “gustar”). Es decir, se reunirán, en este ejemplo, diseñadores, ingenieros, mecánicos, geólogos, químicos… para crear un proyecto común. Porque sabrán que sólo complementando su conocimiento el resultado de su actividad dejará de ser parcial, fragmentado, para ser integral, completo, de gran alcance para el bienestar de quienes les rodean y para el avance de su sociedad.
Cuando los medios de creación no tienen que estar sujetos a la lógica de la rentabilidad que impone la dictadura del dinero, estos pueden ser como las personas quieran que sean: podrán especializarse en una sola actividad, o albergar muchas de distintos ámbitos que pueden ser afines, o incluso no tener nada que ver entre ellas. Podrán servir para un propósito concreto durante un tiempo concreto, o utilizarse para muchos fines en un tiempo ilimitado. Todo depende de las personas, de quienes, en esta sociedad, son los medios de creación, y que inevitablemente son consecuencia de su entorno.
En la sociedad del afecto y el conocimiento este último no es un negocio, no se convierte artificialmente en un bien escaso, privilegiado, sino que circula libremente, y hace que los medios de creación puedan construirse en cualquier lugar, siempre y cuando existan manos. En la nueva sociedad la falta de conocimiento ya no es un impedimento real, tampoco la falta de dinero, todo depende del número de personas que se impliquen en cada proyecto.
Este empoderamiento a través de la recuperación de los medios de creación, se debe hacer desde el trabajo como vocación y dentro de la interdependencia a corta distancia. Pero para hablar del trabajo que debemos perseguir, tenemos que hablar del mercado de trabajo al que hoy nos vemos atados, profundamente limitante en la sociedad del dinero. Porque, ¿hay acaso algún momento en que ya no haya que dar un punto de vista más a la información, y por tanto no se necesiten más periodistas, algún momento en que no haya que seguir comiendo, o descubriendo nuevas técnicas agrícolas, y por tanto no se necesiten más agricultores, algún momento en que no haya que curar más, o investigar más, y por tanto no se necesiten más médicos, algún momento en que no haya que enseñar más, o enseñar desde otros métodos, otras propuestas, algún momento en que no haya que construir más, o investigar sobre nuevas formas de construcción, algún momento en que no se necesitarán más novelas, cuadros o músicas? No, nunca. Siempre se necesitarán recursos humanos, personas para afrontar los nuevos retos, para avanzar o por lo menos intentarlo, para cubrir las necesidades de los mayores, para alcanzar las expectativas de los pequeños, o simplemente, incluso cuando ya todo esté hecho, para regodearse en la creatividad humana sin más objetivo que la contemplación estética.
Entonces, ¿porqué razón hay tantos periodistas, médicos, arquitectos, profesores, agricultores, artistas sin poder ejercer su trabajo? Porque el dinero es, por definición, un factor limitante, también en el caso del mercado de trabajo. En la actual sociedad, tantos médicos, periodistas, profesores y artistas pueden ejercer, como dinero haya para pagarles, para darles un puesto de trabajo, para darles los materiales. No basta que estés enfermo, no basta que haya cientos de médicas, médicos, enfermeros, enfermeras, que salgan de las universidades preparados para tratarte, si no hay dinero ellos nunca podrán curarte. Si aún te da cobertura la sanidad pública tendrás que esperar a que otros, desbordados, lo hagan, y si no, tendrás que rezar para que la enfermedad no se agrave. Tampoco basta con que tengas la necesidad de arreglar un electrodoméstico, si no tienes el suficiente dinero tendrás que pasar sin él, mientras afuera hay tantas y tantas personas que podrían ayudarte y sin embargo la sociedad del dinero no se lo permite. Es evidente que en el actual sistema los recursos humanos no se distribuyen de la mejor manera posible. Existen necesidades, existen personas que pueden cubrir esas necesidades, y sin embargo la sociedad basada en el dinero hace imposible que ambos puntos se unan. Así vivimos: algunos con carencias que no podemos cubrir, otros frustrados por trabajos que no podemos hacer, juntos pero separados.
En la nueva sociedad en cambio, ya no hay que esperar a que haya puestos, a que haya dinero para pagar un sueldo, a que el cliente tenga presupuesto. Tampoco hay profesiones, porque como ya se ha dicho somos polifacéticos, y nadie será conductor, informático, veterinario ni panadero durante toda su vida, sino que tendremos unos u otros conocimientos, inquietudes, intereses, afines o diversos entre sí, y simplemente podremos desarrollarlos, ampliarlos, ponerlos en práctica, usarlos para nuestro bienestar y el de quienes nos rodean.
Del mismo modo que las personas podrán ser multifacéticas, los medios de creación serán multiproductivos, flexibles e intraconectados. ¿Qué significan estos conceptos? Para entenderlos hay que acudir antes el escenario productivo que vendrán a sustituir. La sociedad del dinero, para asegurar su supervivencia, necesita manipular continuamente las necesidades de las personas, convertir una demanda puntual, circunstancial, en una demanda continua.
Pongamos por caso una fábrica de colchones. A lo largo de su vida productiva los individuos de su entorno se verán beneficiados por su producción, pero inevitablemente llegará un momento en el cual ya no se precisen más colchones. En el escenario de la sociedad del dinero, la solución pasa por:
– Crear necesidades artificialmente, sacando continuamente nuevos productos en los que lo importante no son sus características mejoradas con respecto a los anteriores (cosa que muchas veces es incierta), sino simple y llanamente su novedad.
– Buscar demanda más allá del entorno inmediato, consumiendo más recursos en el transporte y embalaje y desplazando a otras industrias locales, que conocen mejor los recursos disponibles en el entorno y las necesidades de sus habitantes, y además emplean un menor gasto de energía en transporte.
– Dando a sus productos una obsolescencia programada, para asegurarse la demanda de los mismos pasado un tiempo.
Como vemos el dinero no mueve el mundo, sino que el mundo se mueve como el dinero necesita.
Este trata de imponer su lógica a la realidad para que el beneficio económico no cese, modificándola, creando necesidades ficticias a través de la publicidad y el marketing, asegurándose la demanda por medio de la obsolescencia programada y justificando la producción continua de productos cuyas características no son siempre mejores a las de los antiguos que vienen a sustituir, de hecho su principal y a veces única virtud es su novedad. Dicho esto, ¿cuál es la causa que subyace a esta producción adulterada, para necesidades creadas y no reales? Lo que debería ser un medio se ha convertido en fin, lo que debería ser un fin se ha convertido en medio. O lo que es lo mismo, las distintas actividades de producción no tienen como fin crear productos útiles, sostenibles, saludables, sino que estos son convertidos en un medio para alcanzar un fin, que es el dinero. De esta manera los medios de creación actuales no satisfacen las necesidades de las personas, si no las necesidades del dinero. Lo que compramos no es lo mejor para nuestro día a día, para nuestra salud y necesidades, pero sin duda de lo que podemos estar seguros es que es lo más rentable para las empresas.
En cambio en la sociedad del afecto y el conocimiento, que se propone, los medios de creación son flexibles, tienen la libertad de adaptarse a las necesidades del medio natural y humano ya que, a fin de cuentas, estos dependen de los individuos que habitan su entorno. De este modo, los medios de creación se reconvierten para satisfacer nuevas necesidades, su producción se puede detener temporalmente para reanudarla cuando se necesite, incluso la maquinaria puede cederse a otros lugares para que satisfaga una necesidad que aún no ha sido cubierta. Esto, entendido fuera de la sociedad del dinero no supone gastos, pérdidas de puestos de trabajo, quiebras, informes negativos de rentabilidad… Cuando nos liberamos de la lógica del dinero, los recursos y los medios de creación que los explotan se pueden manejar de forma mucho más eficiente y consecuente con la realidad, en vez de imponerse a ella. Los medios de creación de la sociedad sin dinero tienen la capacidad de adaptarse a la sociedad y responder a sus cambios, sin manipular sus necesidades.
Además de su flexibilidad, los medios de creación que se proponen tienen la oportunidad de ser multiproductivos e intraconectados entre sus partes. Mientras que la sociedad del dinero y su búsqueda enfermiza de la rentabilidad hace que los medios de producción actuales se dediquen frecuentemente a un campo concreto, en la sociedad sin dinero el ámbito de producción en los medios de creación podrá ser tan amplio como se quiera. O lo que es lo mismo, en los mismos lugares donde se fábrica el hardware de los ordenadores, se crea el software, se recicla o reutiliza la basura electrónica, se investiga sobre los efectos en la salud derivados de sus uso, se experimenta sobre aplicaciones distintas para la tecnología creada…
Gracias a estos centros multiproductivos:
– Se disminuye considerablemente la energía empleada en el transporte y embalaje de todas las partes que componen un producto, ya que tanto estas como el producto final se crean en el mismo lugar.
– El espacio productivo se optimiza, de manera que dependiendo de las necesidades de cada momento, se pueden dedicar una mayor superficie a unas actividades en detrimento de otras, para en un futuro, cuando las necesidades sean distintas, el espacio dedicado a cada actividad se reconfigure.
– Dentro de las distintas áreas de creación, englobadas por el macro ámbito multiproductivo del medio de creación, confluyen personas con conocimientos muy diversos, que pueden tanto enriquecer como enriquecerse de quienes que participan en los procesos productivos que no son el suyo. Esto permite que el individuo tenga un conocimiento global, que complementa su conocimiento específico y lo hace más completo.
– La multiproducción pone en contacto ámbitos en un principio alejados entre sí, pero que en conjunción pueden conllevar posibilidades desconocidas hasta ahora. Esto abre la puerta a soluciones creativas que, en la sociedad del dinero, totalmente compartimentada, difícilmente se dan. ¿Qué pasaría si, por ejemplo, juntamos en los medios de creación de conocimiento a filólogos y químicos? A lo mejor los primeros pueden leer tratados a los segundos, y los segundos explicar a los primeros el contenido de estos. Quién sabe las relaciones y sus correspondientes resultados que se darían en estas colaboraciones. ¿Y si juntamos a físicos y cocineros? ¿A historiadores del arte e ingenieros?
– Estos polifacéticos medios de creación vienen a complementar la especialización en la creación industrial, en la creación de conocimiento. Esta, evidentemente, ha traído aspectos positivas, pero también ha supuesto una visión parcial de la realidad. Un contacto permeable entre profesionales de ámbitos solapados entre sí, nos permitirá adquirir un conocimiento más holístico, más renacentista en cierto modo. Una percepción más global del mundo, entendiéndolo como un conjunto en el que cada cambio en sus partes tiene un efecto en las demás, lo que nos ayudará a resolver muchos de los problemas que hoy nos afectan.
La intradependencia en cambio, se manifiesta de dos maneras:
– Por un lado, el hecho de que distintos procesos creativos, cercanos en mayor o menor medida entre sí, compartan un mismo espacio, permite producir de manera adaptativa, configurando las características de un producto en relación con las del resto de productos junto con el que forman el producto final. Así, el hardware se podrá crear para potenciar las virtudes del software existente, o al revés, el software se desarrollará de manera que minimice los defectos del hardware existente, creando finalmente un ordenador eficiente, cuyas partes están totalmente integradas, porque han sido fabricadas pensando la una en la otra y viceversa.
– Por otro lado la intradependencia también se manifiesta en los elementos de deshecho de cada proceso productivo, que pueden ser de utilidad para otros. Así en un mismo medio de creación pueden darse la mano una fábrica de muebles y una de biomasa, en la que la segunda aprovecha para su procesamiento, los residuos de la primera.
En este espacio de creación que tendremos la posibilidad de desarrollar, las leyes, normativas, regulaciones, imprescindibles en la sociedad del dinero, no serán ya necesarias, porque las personas producen para sí mismas y sus cercanos sin interés económico de por medio, siendo esta la mejor garantía que puede tener un producto de que es práctico y saludable para las personas y el medio ambiente. Sumado a esto, tanto usuarios como productores como medios de creación estarán en permanente contacto, ya que conviven y comparten en el mismo espacio: unos se acercarán a los medios de creación para crear, otros para disfrutar de lo creado, enriqueciendo con su experiencia el proceso creativo de los primeros.
En este sentido es importante recalcar que la distancia tendida por el dinero entre aquellos que tiene una necesidad y aquellos que pueden cubrirla ya no existe. Los primeros, los que necesitan de un conocimiento que no tienen, pueden contactar con los segundos, todos aquellos que tienen experiencia, sabiduría, habilidades, que desean compartir, aplicar, poner a prueba, supliendo las carencias de otros. Habrá completa libertad para establecer este tipo de relaciones porque ya no será necesario que intermedie el dinero y por tanto, no estaremos sujetos a sus limitaciones. Que nuestros alimentos dependan de nuestras manos, al igual que la ropa y la vivienda, no sólo nos da nuestra dignidad, sino que además permite que no tengamos que subyugar nuestro trabajo a un obligado beneficio económico, nuestras necesidades estarán cubiertas y podremos concentrarnos en adquirir conocimiento y ponerlo en práctica, guiándonos por nuestras inquietudes y compartiendo lo creado con el resto, para enriquecernos enriqueciendo, algo, que como ya hemos visto está en nuestra naturaleza.
El nuevo trabajo no podrá ser un derecho que puede darse o negarse, sino que se tendrá que entender como un hecho, como actividades que parten de nuestras manos y mentes, y que surgen inevitablemente ante cualquier inquietud intelectual o necesidad material. Un trabajo cuyos resultados son visibles, redundan directamente en el bienestar de uno mismo y el resto, y hace que nos identifiquemos con lo que hacemos, que nos identifiquemos con sus resultados y consecuencias. Un trabajo alejado de toda consideración mercantil, que nos permite atender solamente al bienestar que produce, y no al beneficio económico que retribuye. Contrario totalmente al actual, en el que justificamos puestos denigrantes, contaminantes, maquinales, donde no hay responsabilidad alguna con su influencia en el entorno, donde callamos nuestra conciencia simple y llanamente porque necesitamos el dinero en la nómina. El trabajo actual, institucionalizado, capitalizado, regulado, sindicalizado, es un derecho, pero el trabajo por y para nosotros mismos no necesita de defensores, ni de creadores, ni de reglamentos, porque es un hecho, una necesidad, que se puede y se debe articular entre personas del mismo modo que la convivencia. En el trabajo del que hablo las personas pueden encontrar libremente su dignidad, responder a sus inquietudes, compartir conocimiento y experiencias, buscar conceptos cómo la belleza, cultivar la creatividad… es en pocas palabras, una fuente inagotable de riqueza espiritual.
Otra de las consecuencias de deshacernos de cualquier consideración económica en nuestro trabajo, es que las oportunidades y maneras en las que una persona puede aportar a su entorno y al mismo tiempo sentirse útil, se amplían enormemente. Surgen todo tipo de actividades, iniciativas, proyectos… que de ningún modo habrían surgido en la sociedad del dinero por no ser rentables, y que en la nueva sociedad no se ven forzadas a depender de ninguna subvención ni financiación para existir, evitando el consecuente control e imposición de condiciones por parte de quien cede el dinero. Deshaciéndonos de la consideración del beneficio económico, todos los resultados del trabajo dependen solamente del interés y del esfuerzo. Y esto se aplica a todas las personas, también aquellas impedidas física o psíquicamente. Estas adquirirán el valor que siempre debieron tener y que nunca recibieron. Claro, porque nada de lo que aportan el dinero lo sabe contar: amor, cariño, gratitud, superación, voluntad… No será necesario que tengan que pedir subvenciones o caridad de la iglesia, no hará falta que se pongan a vender cupones para sentir que aportan, por que su verdadera minusvalía ya la habrán superado: la falta de dinero en un mundo que sólo se mueve con él. Estas personas con discapacidad verán como sus posibilidades dependen solamente de su ambición, porque sus capacidades ya no tienen por qué ser rentables. Podrán intentar ser, hacer, dar, querer, vivir como intentamos todos, conscientes de nuestras limitaciones y no dejándonos arrastrar por ellas, encontrando el valor de sus acciones en el rostro de quienes les rodean.
El nuevo trabajo del que hablo es, en pocas palabras, una hermosa, compartida, y heterogénea experiencia vital.
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